sábado, 31 de diciembre de 2016

Mancharse con la vida

En la vida de cada uno de nosotros, a medida que vamos creciendo, de manera inefable, se nos presentan una y otra vez diferentes cuestiones complejas con las que tenemos que ir manejándonos, y que a menudo no tienen una respuesta clara, sencilla y de una sola vez. Cada uno tiene sus propias cuestiones límite.

Cuestiones como el conflicto entre lo que deseamos y lo que hacemos, las relaciones afectivas y sexuales, los vínculos generacionales y su evolución, la aparición de la enfermedad o la muerte -a menudo de manera repentina-,  ponen de manifiesto algo a lo que nos es muy difícil querer mirar: la falta de control que tenemos sobre nuestra vida y la imposibilidad e impotencia humana para poder predecir que vendrá después.

A veces el sentido que tratamos de dar a las cosas no nos llega para relacionarnos con esas realidades difíciles: en esos lugares anida el malestar y solemos batirnos en retirada, o dar un rodeo ante aquello que nos causa angustia (pretendiendo una  exención imposible de determinadas asignaturas que es imprescindible cursar en la vida),

Así hay quien no se pone a prueba en el campo de las relaciones de pareja, y sexuales; quien no comparece a la hora de comprometerse y vincularse con personas, ideales o valores; quien se queda fijado a aquello que le viene de familia sin valor para desarrollar un proyecto personal distinto: cada uno tiene sus propios fantasmas, muchas veces erigidos en tiempos muy tempranos, a menudos relacionados con tabúes y secretos familiares

Así existen determinadas barreras, fronteras y límites ante los que muchas personas retroceden, porque provocan mucha angustia, amputándose posibilidades y áreas de la vida, por desconocer que más allá de esa angustia y del laborioso proceso de atravesarla puede haber respuestas.

El saber que emana de la exploración de aquello que nos causa angustia, puede resultar incómodo de obtener, como si se tratara de ir más allá de un campo minado, pero puede valer mucho la pena en el sentido de poder encontrar, quizás después de mucho trabajo con nosotros mismos, aspectos propios fundamentales para nuestra realización como personas que estaban ocultos bajo muchas capas.

Hay quienes pasan por la vida apenas sin tocarla, o apenas sin que la vida les haya tocado; un pasar por la vida de refilón, de puntillas preocupándose de no encarar determinadas fronteras o limites personales, que efectivamente pueden esconder lo más vivo y valioso de uno mismo, pero que para muchas persones están demasiado selladas por el silencio y el miedo, no vaya a ser que más allá de ese lugar de malestar se encuentren a ellos mismos.

Para vivir hay que mancharse con la propia vida, a veces yendo más allá de los límite de lo conocido y lo confortable. Aspirar a una vida sin incertidumbre ni angustia alguna, es también una vida congelada sin posibilidad de ir más allá.