jueves, 25 de junio de 2015

Hasta en las mejores familias.

Ocurre "hasta en las mejores familias" es una de las frases habituales que se pueden escuchar cuando se habla coloquialmente de situaciones de conflicto y dificultad entre los miembros de una familia, para dar cuenta de algo que se sabe: que suceden situaciones muy dolorosas dentro de muchas familias, en las que aparentemente de puertas para fuera todo funciona incluso muy bien, pero dentro de la familia se producen dinámicas de conflicto, sufrimiento, dolor... que quedan muy silenciadas y guardadas, y eso las hace aún más difíciles de modificar.

Si bien es cierto que en todas las familias hay dificultades, conflictos y problemas, en muchas se producen dificultades relacionadas con los roles que cada uno desempeña, los límites, las posiciones (padre, madre, hijos)... Todo esto unido con la manera de ser,  las carencias y con el pasado de cada uno de los miembros de la familia, puede ir creando a veces situaciones y climas emocionales difíciles, mantenidos, a menudo, durante mucho tiempo. Estas situaciones pueden eclosionar  mucho tiempo después como un sufrimiento psicológico importante para alguno de los miembros de la familia, por ejemplo, cuando los miembros menores de la familia están formando su propia familia y este proceso les hace contactar de nuevo con estas antiguas vivencias problemáticas familiares que habían quedado ocultas, pero no se habían resuelto.

No me refiero únicamente a aquellas situaciones impactantes y abiertamente traumáticas de abuso, mal trato y violencia grave, sino también aquellas que quizá no tienen un potencial en primera instancia tan doloroso, pero su mantenimiento en el tiempo es lo que ha hecho que hayan quedado como difíciles de modificar, y que tienen que ver con el tipo de relaciones que se mantenían y con el papel y el lugar que ocupaba cada uno; cuando a menudo, a los miembros más vulnerables de la familia se les asignan papeles, roles y posiciones que les complican mucho.

A menudo, cuando algo no funciona en una familia, se tapa, y se pone sobre ello un espeso manto de silencio, puede que alguna de las partes no pueda aguantar más la angustia que le está provocando una determinada situación que no se puede "hablar", porque es un tema delicado, una especie de "tabú" familiar y se decide a pedir ayuda o a manifestar que algo está sucediendo, que algo no anda. A pesar de ese reconocimiento y esa expresión de sufrimiento, el hecho de que se abra la situación puede dar pie a una modificación y a una resolución de cuestiones difíciles. Habitualmente, las dificultades quedan efectivamente enterradas bajo ese muro de silencio, que no se puede traspasar y volverán a emerger en otro momento de la vida.

A veces hay situaciones conflictivas en la familia que eclosionan y entonces se pueden trabajar, para tratar de hacer algo con eso, pero como comentaba anteriormente, muchas veces lo que no va bien, que puede estar sufriendo en mayor medida una de las partes, queda tapado, soterrado y se mantiene hasta que por el curso de la vida, la evolución y los años hacen cambiar el panorama , no obstante, eso no resuelve la situación, sino que lo ha ocurrido suele manifestar su efecto como sufrimiento mucho tiempo después.

El resurgir, mucho tiempo después de estas dificultades, que generalmente se originaron en la infancia, hace necesario un trabajo de acercar de nuevo esas vivencias de mucho tiempo atrás y una relectura de todo lo que sucedió para poder tener una vida distinta, resolviendo y solucionando temas antiguos para que no se repitan en la actualidad y en el futuro.

Muchas gracias.

Joan Escandell.


miércoles, 17 de junio de 2015

Los que fracasan cuando triunfan.

La entrada de hoy quiero utilizarla para hablar acerca de algo, que a menudo, en lo más profundo de nosotros, determina nuestro trayecto por la vida, nuestros éxitos y fracasos, sin que seamos conscientes de ello en absoluto.

En muchas personas, existen muy importantes sentimientos de culpa inconscientes, referidos a las figuras, vivencias, situaciones de su primera infancia, que han sido reprimidos, apartados de la mente consciente, pero no por ello dejan de tener efectos muy importantes, determinantes y complejos (a menudo también curiosos)  sobre la vida y el destino de la persona en cuestión.

Sucede con muchas de las cosas más difíciles, aquellas que nos afectan de manera más profunda: están ahí desde hace mucho tiempo, pero permanecen "invisibles", porque son aspectos que en su momento han provocado mucho sufrimiento, por lo que han tenido que quedar escondidos y lo más alejados posible de nuestra consciencia. El efecto de esta represión, que nos hace no recordar acontecimientos vitales de nuestra vida, si bien aleja de nuestra mente el sufrimiento que estas vivencias provocan,  al estar escondidas, pero no resueltas, continúan ejerciendo sus efectos, muchas veces muy intensos y de manera muy indirecta en diferentes ámbitos de la vida de la persona, la cual queda sometida y alienada a los dictados de poderosos complejos inconscientes que le hacen cometer errores y le provocan finalmente mayor sufrimiento;  por lo tanto quedando la persona con una menor libertad personal de decisión y elección.

Muy a menudo la expresión de estos sentimientos de culpa inconscientes tiene que ver con el temor y la necesidad interior de ser castigados por algo que aunque no recordemos, sentimos que hemos hecho mal, y que a menudo se refleja en el fracaso personal en diferentes ámbitos de la vida, en miedos incomprensibles, en inhibiciones, en angustias...

Esto se observa de manera muy gráfica en aquellas personas "que fracasan cuando triunfan", es decir, aquellos que sufren y se ponen mal, precisamente cuando consiguen cosas buenas y cambios positivos. Este avance positivo genera un desequilibrio entre cuestiones que estaban más o menos compensadas de alguna manera, pero no resueltas, cuyo estatus cambia cuando se produce un cambio, a priori positivo, que hace que esa culpabilidad y necesidad de castigo por algo no resuelto, tome el mando y determine el malestar, el sufrimiento y el fracaso de la persona.

Es por esto que es tan importante una mirada profunda que ayude a resolver este tipo de situaciones complejas y escondidas que a menudo condicionan o directamente determinan las vicisitudes del trayecto por la vida de una persona.

No es en absoluto positivo ni beneficioso esconder lo más profundamente que se pueda el material radiactivo de nuestras vivencias y emociones, pero es cierto que a veces en la niñez uno no sabe como afrontar algunas cuestiones cruciales que vive, que si no se resuelven pueden ser una condena para la persona quien las lleva dentro sin resolver.

Siempre existe la posibilidad de iniciar un trabajo terapéutico de liberación de todas estas cuestiones.

Espero que os haya gustado.

Saludos.

jueves, 11 de junio de 2015

Piedras en el propio camino: Están ahí por algo.

Esta breve entrada de hoy me gustaría escribir, de nuevo, sobre aquellos momentos de profundo dolor, de ruptura, de dificultad, que parece que nos dejan sin opciones, sin palabras, e incluso pensamos, a menudo, que sin salida.

Estos momentos llegan sin esperarlos, a veces porque algo que sucede desencadena aspectos nuestros que no estaban del todo bien elaborados (pérdidas, duelos antiguos, culpas insospechadas...), o también pueden surgir de dentro directamente sin que haya nada externo que los desencadene.

Estas situaciones que podemos catalogar como de crisis nos traen síntomas de angustia, de miedo, pensamientos que no nos gustan...
La angustia se pone en primer término y parece que las cosas positivas y buenas que uno tiene quedan "borradas", opacadas, como si no existieran, cuando más bien es la existencia de una angustia tan intensa lo que las hace desaparecer aparentemente.

Es cierto que estos momentos de intensa angustia, no tienen porque ser fases o momentos largos de nuestra vida, pero es necesario pensar, sobretodo si se repiten, o si aparecen en relación con temas concretos y siempre con esos mimos temas, que puede haber en nuestro interior, quizá muy profundo y escondido, que nos está causando todas estas dificultades de manera intermitente o continua, de una manera recurrente y repetitiva.
Lo cierto es que de estos momentos se puede salir y se sale. Por otra parte lo interesante puede ser poderse preguntar acerca de que es lo que los ha causado, dado que suele haber causas que llevan con nosotros mucho tiempo, aunque puedan haberse manifestado ahora. Estos momentos o fases de intensa angustia son un indicador, que nos avisa que hay algo dentro de nosotros que necesita y merece una profunda revisión, de cara  a poder articular un modo de vida que nos permita lograr mayores satisfacciones y saber hacer mejor y de otra manera con aquellas cosas que nos hacen sufrir.

En este sentido, un trabajo terapéutico continuo y profundo nos permitirá ir desplegando los huecos, fallas, limitaciones e imperfecciones de nuestra trama personal, así como la manera de ir logrando por nosotros mismos hacer algo distinto con esto que nos hace sufrir, que nos causa malestar.

Siempre que aparecen piedras en el propio camino, están situadas allí por alguna cosa, y es de allí desde donde hay que partir para que la persona se pueda transformar.

Muchas gracias.

Espero que os haya gustado.


jueves, 4 de junio de 2015

Locos por nuestra imagen.

En este artículo trato de reflexionar sobre como cada vez más, parece desarrollarse una absoluta importancia de la dimensión de la imagen, en todos sus sentidos, en nuestra experiencia y en nuestra vida, y como esto, a mi entender, muchas veces nos deja en la superficie de las cosas (de las experiencias, de las maneras de pensar, de las relaciones...)  quedando vacíos  e insatisfechos cuando nos damos cuenta que tras esas imágenes tan seductoras no está la satisfacción que habíamos esperado.

Fenómenos como la compulsión a que el propio cuerpo tenga unas determinadas medidas o tamaño, la corrección de lo que son supuestos defectos (a veces con tremendos procedimientos quirúrgicos), nos hablan de un anhelo de las personas de dirigirse hacia lo que se considera lo deseable o incluso lo ideal, muy basado en imágenes. Tras unos primeros momentos de deslumbramiento nos sentimos igual de vacíos que estábamos antes.

La importancia de nuestro aspecto, de lo que consideramos nuestro atractivo visual, a veces nos impide pensar que hay otros muchos modos de gustarse a uno mismo y a los demás, considerando incluso que a menudo atraemos por cosas que jamás habíamos imaginado, pero que para alguien, en algún momento pueden resultar capitales: tal vez alguien quede muy positivamente impactado por nuestra manera de hablar, cuando nunca habíamos reparado en ello, pero a esa persona en concreto le puede encantar por recordarle algo o a alguien de su propia historia.

También es importante valorar que la cuestión de como nos vemos y valoramos, más que una dimensión muy sólida y fija, tiene mucho que ver con como estamos en ese momento por dentro y como nos sentimos; así que casi mejor asentar esos aspectos interiores para, como consecuencia, vernos bien, que empezar la casa por el tejado y tratar de modificar nuestra imagen constantemente.

Generalmente esta propensión hacia las imágenes ideales niega las verdades difíciles de la vida: el envejecimiento, el progresivo deterioro y la certidumbre de la muerte son realidades que están ahí, inevitables, pero que se prefiere no tener en cuenta, centrando las mirada en imágenes ideales que nos devuelven el reflejo de algo que nos tranquiliza y nos evita pensar demasiado.

En mi opinión esto se conecta con la tendencia a estar cada vez más conectados y absorbidos con pasatiempos muy visuales, diferentes pantallas que captan de manera muy seductora nuestra atención, pero que nos embelesan y van nublando otras capacidades, hábitos, posibilidades, donde las personas podrían tener un papel más activo que el de meros espectadores de fuegos de artificio visuales. Actividades como leer, escribir, pensar... tienen un efecto distinto en la mente de las personas que el alienante sucederse de imágenes y sonidos tras una pantalla.

Socialmente también tenemos modelos, que se parecen mucho a imágenes ideales: hoy día la imagen que encaja es la de una persona joven, triunfadora (económicamente), que no se priva de nada y que deposita la ilusión en el consumo y sus objetos, sin poder encontrar otras referencias o brújulas sociales que le permitan anclarse de una manera más sólida en el mundo que nos rodea.

El problema de situar la pretendida satisfacción total en el consumo en los objetos del mercado (cada vez tecnológicamente más deslumbrantes) es que negamos la realidad de que una satisfacción total y permanente es imposible, por lo siempre necesitaremos más y más objetos nuevos en una espiral consumista sin fin.

Respecto de las relaciones, existe también la tendencia a que estas se basen mucho en lo visual, en la imagen, en lo aparente, más que en lo nuclear de las personas. Para poder establecer una relación que nutra a las personas que participan en ella es necesario un tiempo importante de conocimiento mutuo, tanteo, experimentación, tras el igual se podrán establecer compromisos en los que uno pone en juego cosas más esenciales de uno mismo, las propias vulnerabilidades...
Actualmente, no es extraño que no se de ese tiempo para la consolidación y que las relaciones caduquen antes de haber empezado, una vez que el deslumbramiento emocional de los primeros tiempos, que en este caso podríamos comparar a una imagen, deje paso lógicamente a otras etapas donde no hay esa exaltación.

Saludos.