viernes, 9 de octubre de 2015

¿Parejas?

Parece que hoy en día todavía se continúa esperando a nivel social y en las expectativas, modelos e ideales del amor de muchas personas, que las uniones y relaciones de pareja sean estables, duraderas y que se proyecten de manera indefinida hasta el futuro.

En todo este trayecto que realiza una pareja que se mantiene unida durante un largo tiempo, (y que nunca es tan lineal y exento de vicisitudes y cambios como podríamos suponer desde fuera), usualmente aparecen cuestiones tan importantes como la posibilidad y el deseo de formar una familia. 

Esta manera de organizar las relaciones, de pareja y familiares, en mi opinión, más que una obligación o un mandato social, debería verse como una de las posibles opciones, entre las cuales una persona puede optar para lidiar con la cuestión de la sexualidad, las relaciones afectivas, la propia familia...

No todo el mundo desea ni quiere entrar en ese molde, y me parece que eso debe de ser perfectamente respetable dentro de las circunstancias de cada cual, independientemente de que se realice una elección de pareja hetero u homosexual: los implicados en la relación deben de poder construir la forma y el fondo de su vínculo, de acuerdo a como son ellos. Una persona puede sentirse perfectamente feliz sin la necesidad de tener una pareja al uso.

De todas maneras también es muy importante darse cuenta que los propios posicionamientos sobre el tema es muy probable que vayan cambiando en las diferentes etapas de la vida, y ¿Por qué no ir ajustándose a lo que uno va necesitando a medida que va madurando? No sabemos ni podemos controlar que nos deparará el futuro, y en este sentido es probable que quien de manera más vehemente defiende un amor absoluto, continuo, lineal y de por vida, acabe integrando las filas de aquell@s que piensan que es necesario tener más experiencias y recorrido con otras personas para poder comprometerse de esa manera; o que por el lado contrario aquella persona que desafiaba los vínculo afectivos y las estructuras familiares clásicas y más convencionales, se sienta cómoda y realizada creando una familia convencional y ejerciendo las funciones paternas y/o maternas que no pensaba jamás que disfrutase realizando.

El hecho de adquirir compromisos sólidos y duraderos como el de comprometerse formalmente con alguien (aunque nada garantiza que no vaya a haber dificultades), de tener descendencia, (eso sí ya nos va a acompañar siempre) es también una decisión, pero ahí si que opino, que cada cual debe de poder ir acercándose a todo eso, solo si es su deseo, y habiéndose dado tiempo de hacer un recorrido por la propia sexualidad, vida afectiva... para poder concluir con mejores elementos de experiencia y juicio que es el momento de dar pasos como esos. Por otro lado, cualquier otro arreglo con la vida, distinto de la relación de pareja y la familia canónica, está bien, si no causa bloqueos, sufrimiento ni dificultades a nadie para seguir avanzando en la vida, 

Saludos.


jueves, 1 de octubre de 2015

Las épocas duras de nuestra vida.

Una realidad que nadie puede eludir es la de que en determinados momentos va a surgir el malestar, el sufrimiento, la angustia, en nuestra vida. Sea por razones que creemos conocer o que desconocemos, porque vienen muy de dentro, en algunas ocasiones podemos sentir que nuestras capacidades, nuestras fuerzas, nuestra resistencia psicológica es puesta a prueba por distintas circunstancias, según esté configurada la personalidad de cada uno.

No me estoy refiriendo a las crisis inevitables que sobrevienen a vivencias traumáticas (accidentes, muertes, catástrofes), que cambian de manera evidente nuestra vida desde el momento que irrumpen, sino a ese otro malestar, que puede ser también intenso y aparece en nuestra vida desde las profundidades de nuestra biografía, nuestras vivencias, rupturas interiores, temas no resueltos...

Mi intención en este artículo es transmitir, que no se trata de nada extraordinario o propio solo de algunas personas, sino que todos en algún momento vamos a pasar por situaciones que podemos considerar que nos ponen al límite y en las que apenas nos funciona nuestra manera de manejarnos habitualmente con la vida, generalmente cuando algún tema nuestro no suficientemente resuelto, reacciona y se actualiza con las cosas que vivimos en el momento actual.

Estos momentos que podemos considerar de alteración de nuestro estado habitual, pueden quedar circunscritos a vivencias más o menos concretas o pueden mover cosas internas de manera más permanente, que hagan que nos sintamos distintos en algo.

En este sentido, en este artículo abogo por la necesidad, cuando este sufrimiento se presenta, de no hacer como si nada pasara, sino de poder darse el tiempo y el espacio, y si es preciso, pedir ayuda, para poder indagar, investigar y descubrir la función y el sentido de eso que aparece en forma de angustia, malestar... y que si tratamos de desconocer, no es extraño que aparezca más adelante de una manera más contundente, como un síntoma o afección en nuestro cuerpo...

Se puede dar un sufrimiento psicológico importante, y limitante, sin tener porque existir un diagnóstico psicológico o una afección psiquiátrica "de manual", y en este sentido muchas personas se podrían beneficiar enormemente de un proceso de tratamiento que les permitiera profundizar y descubrir que causa ese sufrimiento.

Tenemos libertad de decisión de lo que queremos hacer con aquello que nos duele y nos hace sufrir, pero son decisiones muy diferentes, continuar como si nada pasara, relegar, esconder, meter en una caja fuerte esto que nos está pasando; o por otro lado, tratar de poder dar un espacio y un tiempo, abrir, investigar, indagar en ese material complicado, aunque intuyamos que va a ser doloroso y complejo.

De ello puede depender que las cosas vayan en un sentido o en otro, dado que lo que hemos escondido en las profundidades de nuestra alma, por muy bien escondido que esté, continuará teniendo efectos adversos, mientras que si nos abrimos a una investigación sobre eso, es probable que lo podamos resolver.

Saludos.




viernes, 25 de septiembre de 2015

Obstáculos difíciles de saltar

Todas las personas encuentran en su vida algunos temas o cuestiones que de manera bastante permanente les son difíciles y no pueden resolver quizá de manera definitiva y absoluta como les gustaría. Pueden ser temas de relaciones familiares, maneras de ver la vida, aspectos propios de uno mismo... que quizás no siempre, pero en determinados momentos emergen y causan un sufrimiento y un malestar importante: personas que se preguntan ¿Por qué soy así, y además no puedo cambiarlo?

Mi apuesta y mi comentario de hoy tiene que ver con como, bajo mi punto de vista, estos aspectos permanentes, profundos, que se vienen arrastrando desde tiempo atrás, no siempre son modificables de un plumazo, con una acción decidida, o solo mediante la fuerza de voluntad.

Sé que tal vez está manera de pensar no sea demasiado popular en un momento histórico y en una sociedad como la nuestra en la que se nos bombardea con que "lo podemos todo, lo merecemos todo, lo vamos a conseguir todo", y además de una manera instantánea y absoluta y parecería que casi sin dificultades ni esfuerzo.

Mi enfoque y mi punto de vista personal y profesional sobre estos aspectos tienen que ver con un pensamiento más desde la complejidad, la biografía y la subjetividad de la persona. Hay aspectos que nos constituyen, que pueden ser difíciles, dolorosos y provocar mucho sufrimiento, que están tan "tejidos" a la historia de nuestra vida que es bastante ingenuo pensar que con una serie de consejos bienintencionados o corrigiendo determinados pensamientos eso se va a poder resolver, dado que viene de lo más profundo de las persona, por lo que difícilmente lo vamos a resolver cambiando cosas de la superficie.

Para poder realizar cambios importantes que puedan actuar sobre el sufrimiento, es necesario que la persona, probablemente por el sufrimiento que arrastra, pueda desarrollar un deseo real de modificar esta situación, que la lleve a pedir ayuda y a empezar a poder investigar y cuestionar muchas cosas de si misma; este trabajo de revisión profunda, es lo que puede llevar a poder cambiar partes de uno mismo que provocan sufrimiento.

Mi apuesta se sitúa en un lugar distinto entre el ilusorio (y frustrante) "poderlo todo ya", y la resignación que lleva a dejarlo todo como está. Pienso que los cambios importantes son posibles, pero no se pueden realizar sin un compromiso real de la persona que sufre, que deberá poder cuestionar, interrogar... en definitiva, realizar una búsqueda, guiada por una persona experta que haya realizado ese camino, pero con ella como agente y protagonista del proceso, ya que no existe curación alguna sin implicación de la persona que sufre psicológicamente.

Muchas gracias.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Poder perder.

Aunque parezca una paradoja, en esta vida saber perder es necesario para poder ganar alguna cosa, para poder vivir con cierta tranquilidad, alegría y satisfacción vital, sabiéndose responsable máximo de la marcha de la propia vida.

Saber perder es asumir las limitaciones de la vida: su finitud, su fragilidad en algunos momentos, que no la podemos controlar, y el hecho de que está llena de pérdidas que es necesario elaborar para poder abrirse a las cosas nuevas que vienen: no hay aires nuevos, nuevos proyectos, ilusiones renovadas, si no nos hemos podido despedir de las cosas que irremisiblemente se pierden y no se van a poder recuperar: ello no quiere decir que no puedan llegar nuevas, e incluso mejores.

Es un gran drama el de aquel que no puede perder, que no puede perder algo para poder ganar otra cosa. Origina un gran malestar, crónico e ilimitado quedar aferrado a aquellas cosas, en realidad ya perdidas, pero que frenética y patéticamente tratan de conservar, porque no se ven capaces de subsistir sin ellas.

¿Qué es necesario aprender a perder?
Deseos y anhelos de épocas de la vida pasadas, posiciones y roles en nuestra familia de origen, relaciones que han caducado... en suma: maneras de manejarse y hacer con la propia vida que nos anclan a no progresar y a mantenernos dependientes, pasivos, débiles y en puntos anteriores de nuestra evolución, porque por diferentes razones no aceptamos ni sabemos perder estos elementos que en el fondo, hacen nuestra existencia muy infeliz, pero de los que tampoco nos atrevemos a prescindir.

Poder perder, saber perder, es dejar la puerta abierta a la realidad del asunto: que las cosas de la vida aparecen y desaparecen sin que podamos anquilosarlas y mantenerlas para la eternidad: nada de eso podemos saber, pero sí tenemos conciencia de que ni siquiera nosotros somos eternos.

Dejar la puerta abierta a poder perder, es dejarla también a que puedan aparecer cosas nuevas.
Es muy doloroso tratar de mantenerla cerrada y darse cuenta de que igualmente eso no sirve para nada, dado que no podemos agarrar y mantener secuestradas aquellas cosas que por el curso natural de la vida y nuestra evolución, deben caer para poder dar paso a otras nuevas y distintas.

Muchas gracias

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Fracasa de nuevo, fracasa mejor.

No se puede todo.
A veces es difícil de asumir que nuestra existencia está sujeta a diferentes limitaciones en todos los órdenes de la vida. No lo podemos todo, e incluso nuestra vida es finita, e incluso a veces frágil, tal como insisten en recordarnos numerosos acontecimientos a lo largo de nuestra vida.

No obstante, pienso que, como a muchas personas les ocurre, plantear las cosas como una cuestión de todo o nada, blanco o negro, sí o no, en aras a que si no se consigue todo lo que se espera, significa que no se puede conseguir nada, nos condena a un malestar crónico, pues la perfección, el conseguir "todo", no está dentro de lo que las personas podemos lograr.

Por suerte, que no lo podamos todo, no significa que no podamos hacer nada, y entre estas opciones tan extremas se encuentra toda una gama de grises que puede llegar a ser muy satisfactoria: si bien la felicidad como concepto absoluto no se algo que se pueda alcanzar, tal vez sí que podamos contar con la satisfacción y la alegría.

En los últimos tiempos se habla mucho del éxito: éxito personal, éxito económico, éxito social... En mi opinión esta concepción es externa, a menudo superficial, y más bien aparente e ilusoria: ¿Qué tiene de exitoso que alguien trabajando 12 horas reúna un patrimonio importante si por otra parte se le desmorona la familia? 

Quizás ese es el modelo de éxito con el que se nos bombardea, que nos pleguemos a el quizá nos impide poder considerar otras opciones, otras visiones y miradas, que a lo externo y aparente puedan añadir otros elementos.

Considero que el éxito no es el mismo para todo el mundo, y considerarse exitoso o no tiene quizás más que ver con algo que la propia persona siente y expresa, relacionado con lo que para ella pueda ser el éxito, la satisfacción... y no tanto por tener que ajustarse a algo que nos tratan de vender, cuando no de imponer: la vivencia de ser exitoso es interior, personal e intransferible y matizada por la propia historia y características de cada uno.

Por otra parte, la experiencia de fracasar, de lo que no sale -a la primera-, parece muy condenada por las expectativas actuales, como si se pudiera prohibir fracasar... Pienso que esta es una experiencia con la que nos encontramos muy a menudo y que convive con otras de éxito. Además, un fracaso sostenido puede ser la entrada a un éxito vigoroso si se persiste, por lo que tanto éxito y fracaso no son absolutos sino más bien relativos y se distribuyen según unas leyes más complejas de lo que puede parecer.

Como comentaba antes, el no poderlo TODO, abre las puertas a momentáneas vivencias de fracaso: siempre vamos a fracasar en algo, pero en absoluto toda nuestra vida será fracaso.

Por otra parte, si la expectativa es de poderlo todo, algo imposible, nos condenamos a un fracaso permanente y doloroso, vivido de manera absoluta.

Tanto el éxito como el fracaso nos acompañan. Fracasar de nuevo, fracasar mejor, en algo que se ha intentado puede acercarnos cada vez más a lo que nosotros consideremos el éxito.

Saber perder es abrirse a la posibilidad de poder ganar.

Muchas gracias.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Vivir -morir- en un molde.

A muchas personas les plantea muchos interrogantes, muchos cuestionamientos y dificultades poder acercarse a la idea y a la vivencia de que las cosas más significativas de la vida llegan de aquello que no controlamos, de lo desconocido, por lo tanto, sin poder calcular, controlar, anticiparse o usar un molde previo en el que encajar las cosas antes de que ocurran.

Necesitamos, unos más que otros, sentir que tenemos un cierto control sobre la vida, y sobre las cosas que ocurren y que nos irán aconteciendo, pero en mi opinión esto no es más que una sensación más bien ilusoria que no permite ir haciendo nuestra vida y adaptándonos con más o menos dificultades a los cambios y vicisitudes que son una constante en la vida, en todo caso ya veremos si queremos y como queremos "moldear" las cosas, una vez que las hayamos vivido, pero no antes de que ocurran.

En este sentido pienso en la necesidad de poder compaginar está sensación de vivir en un entorno más o menos estable y a la vez estar abierto a la evidencia de lo desconocido, a no saber que es lo que traerá la vida, que no podemos controlarlo, moldearlo a priori, sino más bien ir viviéndolo y transitándolo según va ocurriendo.

Me querría referir ahora a que hay personas, que un una búsqueda de una pretendida seguridad total (análoga al espacio materno que compartíamos cuando éramos muy pequeños) que pueda librar de todo mal , novedad dolorosa , angustia... quedan atascados psicológicamente en un tipo de vinculación consigo mismas, con las personas y con el mundo que se cierra totalmente al descubrimiento, al crecimiento y al encontrar un lugar propio en la vida.

El resultado de pretender encerrar la vida entre cuatro paredes, es que terminamos encerrados nosotros mismos, cerrados a la vida a cal y canto, en muchos casos, incapaces de poder ir más allá de determinados puntos de fijación (suelen ser muy infantiles), que impliquen ir más allá de una "mítica" (que no real) seguridad que nos protegía de todo mal.

A nivel de ejemplo, esta dinámica psicológica interna se muestra muy a menudo en aquellas personas que tienen más dificultades de lo normal (o directamente no pueden) desarrollar su propio proyecto vital, afirmarse como personas independientes y autosuficientes: hijos que permanecen mucho tiempo en casa, personas que no pueden desarrollar un proyecto propio sino que se funden en lo familiar, personas que quedan pegadas a modos de vida, relaciones, que en el fondo no les satisfacen, como ejemplo de los "moldes" que conocen y de los que no se atreven a salir, aunque les impidan la libertad.

Otra de las características importantes de las personas a las que les cuesta poder estar abiertas, tanto a su mundo interior, como a la incontrolabilidad de lo externo, es que a menudo se opta por modelos, moldes rígidos de pensar, sentir, actuar y en definitiva vivir, pretendiendo que cuando más rígido y controlado este todo, menos sorpresas se pueden llevar. Evidentemente esta manera de hacer con la vida conduce a dificultades, malestar y sufrimiento, en tanto en cuanto no hay molde alguno para la vida.

El necesitar rigidificar la vida, moldearla antes incluso de que suceda, nos habla de la dificultad de la persona en poder vivir con las incógnitas que la vida trae de serie, y de paso nos acerca a una vida que casi tiene que ver más con la muerte: que nada cambie, que todo se mantenga igual...

Averiguar en cada caso porque una persona plantea consciente e inconscientemente su vida de esta manera forma parte de un recorrido terapéutico, distinto para cada personas en el que también estamos sujetos a lo inesperado, y en lo que no podemos adoptar un molde rígido para cada persona que consulta, sino ir dibujando un itinerario y un recorrido absolutamente personal y no escrito antes de que ocurra.

Muchas gracias.

jueves, 13 de agosto de 2015

Cuando el pasado es una pieza que no encaja.

A menudo, para muchas personas, el pasado retorna de una manera dolorosa, como una carga con la que parece que no se puede hacer otra cosa que arrastrarla y penar por ella: el pasado, el pasado, el pasado que siempre vuelve...

Muchas personas se sienten culpables y se autocastigan por haber protagonizado determinadas vivencias en algunas fases de su vida, sintiéndose muy culpables de haber realizado cosas que les parecen horribles, que vuelven una y otra vez, sin que haya una manera de poder elaborar, integrar o asimilar aquello que parece tan terrible; el pasado queda como una herida sangrante, abierta y con la que uno no sabe como tratar.

En mi opinión, sufrir por el pasado, es algo habitual en aquellos quienes piden ayuda para un sufrimiento psíquico. En mi visión de la psicología y del ser humano, donde no hay dos personas iguales ni dos sufrimientos iguales, no cabe un mecanismo, un procedimiento o algún consejo estándar y para todos igual para "liberarse" de esto que molesta y que aparece como un doloroso y recurrente regreso de los recuerdos del pasado.

Objetivamente nuestra lectura del pasado no se limita a recordar las cosas que pasaron, implica muchas más cosas: ¿Qué cosas estamos viviendo ahora?, ¿Qué aspectos actuales nos están rememorando vivencias pasadas?, ¿De donde viene la exigencia de rememorar aspectos de una manera dolorosa?, ¿Qué está pasando con la culpa?, ¿Viene esta culpa de ese momento pasado o de más atrás?...

Se trata más bien, en el marco de un espacio terapéutico, de poder poner en palabras y hablar acerca de ese pasado, para poder ir viendo porque está situado en la mente de la persona de una manera que genera dolor y sufrimiento, con temas recurrentes que parecen no poder dar paso a otra cosa.

Esto facilitará la irrupción de nuevos elementos, de claves que la persona no tenía en primer plano, que poco a poco nos pueden ir diciendo, que más que lo pasó, aquello que le duele a la persona es más bien su construcción personal, su lectura, una mirada que resulta problemática de aspectos de la propia vida, que le generan problemas y que ciertamente ocultan otras claves y otras cuestiones en las que es fundamental poder pensar y analizar de cara a que a vaya cayendo este castillo pesado y doloroso (y a menudo acorazado por uno mismo) en el que se ha transformado el recuerdo del pasado.

La cuestión de sufrir por un pasado doloroso que retorna, suele ser un velo que encubre otras cosas, que es necesario trabajar para poder liberarse de un dolor que aparece por algo de esa manera, ligado a la pasado.
Se trata, -y este es un camino diferente para cada uno,  y sorprendente a menudo- de un trabajo a realizar para poder explicarse el libro de la propia vida de una manera mejor, que no provoque tanto sufrimiento, aunque objetivamente puedan haber aspectos equivocados o errores que la persona ha cometido, se trataría de poder realizar una distinta lectura de ellos.

Debajo del sufrimiento, del malestar por las cosas pasadas que duelen, encontraremos cosas distintas en cada persona, a menudo, como decía, sorprendentes para la propia persona, pero es la manera de descubrir que es posible volver sobre nuestra propia historia y revisarla para contárnosla de una manera que no nos haga sufrir. La historia personal no es un producto terminado que no esté sujeto a poderse revisar. Descubrir porque la propia historia se presenta de una manera tan inmodificable y dolorosa para la persona será el trabajo a realizar.

Muchas gracias.

jueves, 6 de agosto de 2015

Las crisis son una brújula

En esta entrada me gustaría referirme y tratar de desarrollar una idea que quizás socialmente, de acuerdo a algunas tendencias, discursos y creencias actuales, no es compartida por todos, de acuerdo a las implicaciones que tiene y a lo que nos dice del funcionamiento de la mente de las personas.

Es la cuestión de que el desarrollo del ser humano se da de una manera en la cual las crisis, los momentos de ruptura, de sufrimiento, de necesidad, de reorientación, serían elementos maestros en la dirección de nuestra vida hacia lo que vamos necesitando, que bien puede ir cambiando de acuerdo a como vamos evolucionando como personas.

Los momentos de crisis, aunque dolorosos, vendrían a ser como los pliegues de nuestra vida, en este caso momentos donde se concentran muchas cosas (algunas acaban, otras empiezan, se pierden referencias, hay desorientación...), a menudo momentos muy dolorosos, pero cuya aparición no es fruto del azar, sino que aparecen para que la persona que los sufre pueda hacer todo un trabajo de indagación y cuestionamiento, y sobretodo de reorientación de aspectos importantes de la vida, para ver de que manera y en que dirección continuar, modificar el rumbo...

En mi opinión, actualmente existe un énfasis en aspectos como el disfrute, el consumo, la falta de límites respecto de lo que se podrá conseguir... que dan una idea de lo que se puede aproximar al objetivo en la vida de las personas tiene que ver con experimentar el mayor placer posible de la manera más inmediata posible, casi sin espacio para pensar. Esto cada vez más asociado a la lógica consumista, que nos va influenciando a todos y marcando necesidades, deseos... y nos hace picar el anzuelo de que nuevos objetos o adquisiciones son las que, en algún momento, finalmente, nos harán completamente felices.

Pienso que este es solo un aspecto superficial de aquello que implicaría vivir de una manera comprometida con nosotros mismos y con la vida misma. Para mi, un posicionamiento distinto, o complementario, tiene que ver con poder plantearse y replantearse cuando sea necesario, las grandes preguntas de la vida, aunque las respuestas no estén disponibles desde el primer momento, y sobretodo, aunque estas respuestas nos hagan replantearnos y poner en cuestión cosas importantes, y todo ello sea doloroso en un primer momento.

Pienso que de este trabajo de indagación se suele producir el hecho de que quizás descubramos que no estamos tan conformes con cuestiones que nos vienen impuestas desde fuera y puede que queramos desarrollar alguna perspectiva propia acerca de diferentes aspectos, incluso aunque pueda parecer que no todo el mundo va a compartir estos posicionamientos propios o va a pensar igual.

Fruto también de este trabajo está la cuestión de si lo que estamos haciendo en la vida es lo que nos hace felices y nos mueve. Podemos temer que la respuesta implique cambios que pensamos a priori que van a ser dolorosos, pero precisamente estar en contacto con nuestro interior es lo que puede darnos el margen para tratar de hacer el ajuste con la mayor creatividad posible y tratando de integrar responsabilidades y compromisos con aquello que realmente deseamos y que nos mueve a vivir y desear.

Tal vez un aspecto importante sea que cuando aparece el dolor, la angustia, el malestar, poder plantearse que es necesario abrir y revisar aspectos (más o menos importantes, más o menos generales) de nuestra vida, tomando estos síntomas dolorosos como brújula de que hay alguna cosa que ya no está funcionando bien. Opino que el perseguir estos síntomas, tratar de aplastarlos o de extirparlos (con medicaciones, técnicas para librarse de determinados pensamientos...), si bien puede apaciguar de manera inicial a la persona o tranquilizarla de manera muy eficaz, nada nos dice acerca de lo que interiormente está pasando, y no es descabellado pensar que lo que no ha podido ser escuchado y tenido en cuenta aparezca de otras maneras en el futuro, que pueden ser más complejas, e incluso más dolorosas.

Es por ello que ante el dolor, la perplejidad, la incertidumbre, la pérdida de sentido, la dificultad para agarrarse a lo conocido que ha dejado de funcionar, que puede acontecer en los momentos de crisis personal y vital, me parece muy importante poder acompañar a la persona para que ella misma vaya siendo capaz de abrir todo aquello acerca de lo cual sea muy importante poder sentir y pensar, aunque implique cambios, que seguramente proporcionarán lugares mejores para la vida que en la etapa anterior.

Es cierto que a veces las crisis se presentan de una manera abrumadora, casi catastrófica, pero es cierto también, que a menudo, sin predecirlo, controlarlo o esperarlo, podemos concluir tiempo después, que una crisis dolorosa ha traído algo a nuestra vida que ha resultado y es fundamental, y que tal vez no habríamos encontrado.

Muchas gracias.

viernes, 31 de julio de 2015

Tristeza que cura.

En esta entrada me gustaría pararme a pensar sobre la tristeza (y la rabia, el enfado...), como una parte absolutamente necesaria (y valiosa) de los sentimientos que las personas experimentan durante su vida. 

La tristeza, junto con otras emociones como la rabia, el enfado... están connotadas de una manera bastante negativa desde muchos ámbitos y sectores, desde donde se enfatiza su control, gestión, dominio... y  a menudo su absoluta supresión.

Pretender suprimir de manera absoluta y radical emociones y sentimientos como la tristeza, el enfado, la rabia... me parece una estrategia, primero imposible, y que en segundo, lugar provoca más sentimientos dolorosos y dificultades personales de las que se querían evitar.

Cuando hay, tristeza, rabia, enfado o cualquier otra de las emociones y sentimientos considerados difíciles o a controlar (o una combinación de ellos) eso está sucediendo por una o varias causas y esos sentimientos están ahí por algo cumpliendo una función y es importante que se puedan expresar.

En este sentido, quizás es destacable que las mayores dificultades se dan cuando precisamente no pueden emerger y expresarse de manera natural y adecuada sentimientos como la tristeza, el enfado, la rabia, quedando de alguna manera bloqueados o impedidos de expresarse. Es seguramente en estos casos cuando se originan dificultades entorno a todo esto que naturalmente no se puede expresar ni elaborar, no porque la tristeza, el enfado o la ira deban ser controlados, suprimidos...

Quitarle a una persona la posibilidad de entristecerse como manera de ir elaborando una pérdida (una pérdida puede ser cualquier cosa que el sujeto siente que ha perdido, incluso si no es consciente de ello) es quitarle la posibilidad de concluir el proceso de manera natural, algo que tras un tiempo más o menos prolongado y diferente para cada sujeto, le pone de nuevo en situación de vincularse con otras personas, proyectos, intereses...

Es cierto que a veces el dolor ante una pérdida se presenta como insoportable y terrible, pero en mi opinión, cuando la persona necesita ayuda para salir de allí, se trata de ayudarla más bien a poder expresar y a poder sentir de la mejor manera posible todos aquellos procesos que se están dando en su interior y que lógicamente en algún momento darán paso a otras cosas, aunque siempre perdure lo perdido en el recuerdo.

En este sentido también es importante considerar que los tiempos de cada uno son distintos, y eso sucede también para la vivencia de las emociones y sentimientos, por lo que a menudo nos damos cuenta a posteriori de que determinada experiencia triste, dolorosa, difícil, ha tenido, por otro lugar, o nos ha conducido de manera no esperada, a encontrar cosas que por otro lado han sido muy importantes en un sentido positivo.

Podríamos decir, que es la propia tristeza, cuando se puede vivir de manera natural, la cura para los avatares de la vida.

Gracias.


jueves, 23 de julio de 2015

En contra de nosotros mismos

Existen muchas maneras sutiles de irse apagando, disminuyendo, negando, bloqueando y atacando a uno mismo, que aunque quizá no lo parezca a primera vista, tienen que ver con el hecho de ir minando y eliminando, aunque no nos demos cuenta, lo más vivo que hay en nosotros.

Siempre que nos plegamos, aunque sea inconscientemente, a la voluntad de los demás, negando lo que nosotros somos más en el fondo, lo que más anhelamos o necesitamos -porque estamos de alguna manera impedidos, porque nos sentimos demasiado débiles, porque nos asusta demasiado-  para desarrollar nuestro propio potencial estamos haciendo una apuesta por ir eliminando, disminuyendo, bloqueando y eliminando lo más vivo que hay en nosotros, y en este sentido, podemos pensarlo como una manera de ponernos más en contra de la vida que a favor.

De esta manera, existen muchas personas que ante su miedo a la vida, a responsabilizarse de si mismos, a ser autónomos, libres, deciden inconscientemente por quedarse pegados, cogidos, alienados, angustiados, reducidos, infantiles... por diferentes conflictos que les hacen muy difícil crecer, y entonces lastrados por estas dificultades optan inconscientemente por la inmovilidad y por quedarse pegados a los lugares de origen, a lo familiar, a lo conocido... como una maniobra de defensa ante el miedo a la vida. Pero esta maniobra tiene un precio muy alto, el precio más alto posible: no realizar lo que uno mismo es y podría llegar a ser como ser independiente.

Para poder vivir necesitamos de personas, y de algunas de ellas durante mucho tiempo, de ahí la universalidad del sistema familiar. Por otra lado, muy a menudo estos vínculos se tornan muy problemáticos en el sentido de que pueden "ahogar" el desarrollo de la persona, si los lazos que se crean no se pueden cortar, o al menos soltarse, aflojarse, cuando llega el momento de tomar las propias decisiones y recorrer el propio camino.

Vivir a escala humana es aceptar las imperfecciones de la vida, -para empezar, su finitud-, aceptar que en la vida cabe el sufrimiento, la necesidad de esfuerzo, que pagamos un precio para poder conectarnos con lo que somos y tratar de acercarnos en la mayor medida posible a realizar nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestros sueños, pero esta es la única responsabilidad humana auténticamente ineludible: ser nosotros mismos.

Gracias

jueves, 16 de julio de 2015

Alegría y sufrimiento.

La felicidad no es un estado permanente. No puede serlo, por definición, dado que necesitamos el contraste entre diferentes momentos afectivos de cara poder establecer graduaciones y valorar entre diferentes sensaciones y distintos momentos.

En este sentido, habitualmente aparecen noticias, en las que se suele intentar preguntar cual es el grado de felicidad de las personas. De manera general la mayoría se declara feliz. Si bien como comentaba más arriba, una felicidad total es imposible. Quizá sí podemos hablar de bienestar, alegría, o satisfacción con la mayoría de las facetas de la vida, aunque como bien sabemos, esta satisfacción se disfruta en el momento presente, pero no podemos garantizar de ninguna manera que vaya a ser permanente y no podemos saber que será lo que ocurrirá en el futuro. 

Teniendo en cuenta la enorme variabilidad entre las personas, y dejando de lado criterios estadísticos que pretenden explicar este bienestar mayoritario apelando a cuestiones estadísticas, como tener  o no trabajo, formación, pareja, amistades... creo que el tema de la satisfacción personal, la alegría (me resisto a usar el término felicidad, porque me parece demasiado absoluto) va mucho más allá y se ancla en cuestiones mucho más íntimas y personales de cada sujeto, tejidas en la trama de su historia y de su biografía, y como no, atravesadas por las preguntas esenciales, dramáticas y complejas que todos nos tenemos que hacer por el hecho de estar vivos: Preguntas como ¿Quien soy?, ¿Qué quiero?, ¿A donde me dirijo?, ¿Cómo quiero vivir?, ¿Cómo manejo lo inevitable de la vida?

Creo que la felicidad esta relacionada con lo bueno que nos sucede pero también con como se responde a cada momento y también en momentos críticos, -porque estas cuestiones no tienen una respuesta absoluta que las deje resueltas de un plumazo- a las cuestiones complicadas y difíciles de la vida.

Sería muy interesante saber que es lo que considera felicidad cada persona, según sus propias posibilidades y la realidad en la que vive; para algunos tal vez la ausencia de grandes sufrimientos, para otros el disfrute de grandes placeres, la vivencia del amor, la pasión expresada a través de la puesta en acto de una vocación, la plenitud de la fe religiosa...

En este sentido, volveremos a encontrar, que las vivencias personales de cada uno son únicas, incomparables, cosa que para mi representa el paradigma de lo humano. Para cada uno la experiencia de la alegría y la satisfacción es distinta, y no es comparable con la de otra persona, es única.

La cuestión me parece muy compleja, sobretodo si tenemos en cuenta, que el sentimiento consciente de alegría o satisfacción es un indicador, pero a menudo no aparece sino como conclusión cuando se han podido elaborar y atravesar aspectos complejos que uno debía de afrontar.

Esta entrada es solo una pincelada sobre un tema muy complejo como es el de la alegría, la satisfacción, el bienestar (incluso la felicidad), sobre como para cada persona es única e intransferible e incardinada en las coordenadas de su biografía, y como no es posible que haya alegría o felicidad si no hay dificultades y algún sufrimiento, para poder valorar el contraste, e incluso llegando la importantes satisfacciones tras haber podido resolver algún tema difícil e ineludible que la vida nos ha puesto por delante.

Muchas gracias.



jueves, 9 de julio de 2015

¿Es la felicidad una línea recta?

En los últimos tiempos, fruto de diferentes vivencias personales y profesionales, vengo preguntándome hasta que punto, la posibilidad de ser feliz, así como, en general, el desarrollo de las personas, puede darse en una continua, fija e inmodificable línea recta.

Desde luego que esto sería algo muy deseable: poder encontrar lo que uno desea y lo que le gustaría en los diferentes ámbitos (vocación, pareja, posicionamiento personal: y si puede ser todo a la vez..) y a partir de aquí seguir este guión cada vez mejor. Lamentablemente este planteamiento tan ideal, no me parece posible dentro de nuestras humanas posibilidades.

Si bien es fundamental poder encontrar lo que deseamos, dado que esa será la energía, el motor, que nos mueva en la vida, pienso que en la trayectoria de la experiencia humana se suceden diferentes fases, en las que tanto necesidades como deseos pueden cambiar, y lo más saludable y positivo es poder estar conectado con lo que uno desea y con las propias necesidades de cara a poder continuar con el propio desarrollo.

Es cierto que este cambiante panorama de las necesidades y deseos humanos, no nos impide comprometernos en proyectos (personales, familiares, laborales, sociales) duraderos, pero en mi opinión no pueden ni deben aprisionar ni bloquear la expresión y la capacidad de detectar nuevas necesidades o nuevas aspiraciones dentro de nosotros mismos. El poder estar cerca de lo que necesitamos y sentimos, a menudo cambiante, nos da la opción de poder realizar un trabajo de poner lo más de acuerdo posible la necesidad interna con la realidad y las posibilidades exteriores, lo que nos da mayores posibilidades de satisfacción.

No obstante, en algunas ocasiones, fruto de nuestro trayecto por la vida, de las cosas con las que nos vamos encontrando y de lo que vamos captando en nuestro interior, aparece la necesidad de plantearse cambios, giros en el camino, nuevos recorridos... que nos muestran que este panorama de lo que deseamos y necesitamos no puede ser tan fijo e inmutable por mucho que nos conozcamos a nosotros mismos: las necesidades y deseos cambian, la línea no es tan recta y está sujeta a menudo a la necesidad de nuevos cambios o ampliaciones -o correcciones- de rumbo. Esto puede generar miedo e incertidumbre dado que podemos sentir que aquello que nos gratificaba, nos agradaba y nos hacía sentir bien, ha dejado en cierta manera de ser así.

Si no escuchamos esa voz en nuestro interior que nos habla de la necesidad de plantearnos que deseamos y necesitamos hacer, en vista de que esto puede de alguna manera modificar nuestra realidad actual, cuestionar algunas cosas de nuestra vida, o chocar contra las expectativas de personas importantes para nosotros; es probable que nos encontremos con el sufrimiento y el malestar que genera tratar se seguir por la fuerza un camino que ya no nos está siendo satisfactorio como lo era anteriormente, y que nos habla de la necesidad de poder sentir y repensar que es lo que necesitamos en ese momento.

Me parece vital para el ser humano que pueda escuchar y seguir  las implicaciones de su propio deseo, aunque por el lado quizás contrario, también es muy cierto, que es importante dejar madurar la necesidad de hacer cambios y correcciones en el rumbo, hasta que se pueda sentir de una manera más profunda que eso es lo que se desea; es importante darse un tiempo interno para la escucha antes de decidir realizar cambios importantes, dado que hay cosas que pueden empezar a aparecer de una manera e ir tomando otro sentido: es decir, no sería tampoco cuestión de pasar de la rigidez y la inmutabilidad a la inconsistencia de ir haciendo giros y cambios cada vez que se topa con algo que puede tener que ver con el malestar o la incomodidad, que siempre son en alguna medida inevitables.

Se trata de servirse de uno mismo y de nuestras propias necesidades internas para irnos situando de una manera que como seres individuales, sexuales, familiares, laborales, sociales y espirituales nos permita mayores cotas de desarrollo y plenitud y eso nunca es en una línea perfectamente recta sin rectificaciones, correcciones, giros e incluso algunos quiebros, que conformarán nuestro recorrido por la vida.

Espero que lo disfrutéis.

jueves, 2 de julio de 2015

Las partes frágiles y las verdades incómodas

En esta entrada me gustaría referirme a aquellas partes que no mostramos, no solo a los otros, sino sobretodo a nosotros mismos, nuestras propias partes frágiles y nuestras verdades ineludibles e incómodas.

Preferimos vivir en la ilusión de que determinadas realidades ineludibles, tanto propias como colectivas, no existen. A menudo es difícil para muchas personas poder vivir con certidumbres como lo incontrolable de la vida, la posibilidad de la enfermedad, del sufrimiento, o la certeza incierta de la muerte.

No somos un círculo perfecto y completo, jamás vamos a serlo, sino que siempre nos faltará algo, siempre tendremos esquinas o bordes que no se que acaban de cerrar. No obstante, es importante saberlo de cara a poder situarse en cierta manera ante nuestras partes frágiles, ante lo que no nos funciona en una vida que nunca va a ser perfecta, aunque si puede proporcionar logros y satisfacciones.

Por mucho control que sintamos tener o por muy armónica que sea nuestra adaptación al mundo real, aquello que no funciona tan bien siempre insistirá, siempre aparecerá, y probablemente siempre necesitará de una revisión y de un trabajo continuado para ir intentando vivir lo mejor posible con ello.

El problema para muchas personas se da cuando pretenden vivir como si estas realidades no existieran o fuera posible encontrar un parapeto definitivo y paradisiaco para la responsabilidad de vivir (religión, política, drogas, quedar anclado en la familia de origen...), quedando parados en la única tarea humana: crecer y desarrollarse a pesar de las dificultades, admitiendo que el paraíso fue solo una ilusión infantil.

Existen muchas personas que lejos de poder contactar con ello y poder asumirlo quedan ancladas en cuestiones que les hacen muy desagradable y dolorosa la tarea de vivir, añadiendo mucho sufrimiento extra a una realidad que solo haría necesario el sufrimiento cuando es ineludible y necesario.

A nivel relacional a menudo esto se detecta en personas que han quedado ancladas a los deseos y expectativas de los demás, sin poder desarrollar el propio potencial y posibilidades, de acuerdo a fuerzas y conflictos que se transmiten en la dinámica generacional de las familias de manera inconsciente: el precio que se paga es altísimo.

En este sentido, aquellos quienes pueden realmente conocer, estar en contacto y trabajar con aquellas partes de uno mismo más frágiles (siempre las va a haber en cualquier persona), tienen mucho ganado, en la medida que el ideal de que una vida totalmente libre de sufrimiento, dolor, enfermedad o muerte, no es aplicable a la vida humana, aunque nos rehusemos a entrar en contacto con estas partes tanto como podemos.

Hay quien quiere velar de toda manera posible la inevitable aparición de lo que no es perfecto y del sufrimiento en la vida, provocándose en suma, mucho más sufrimiento por añadidura, por pretender el imposible de clausurar lo que es imposible de cerrar: que hay verdades en la vida que no cierran y que todos tenemos ángulos frágiles por nuestra condición de sujetos.

jueves, 25 de junio de 2015

Hasta en las mejores familias.

Ocurre "hasta en las mejores familias" es una de las frases habituales que se pueden escuchar cuando se habla coloquialmente de situaciones de conflicto y dificultad entre los miembros de una familia, para dar cuenta de algo que se sabe: que suceden situaciones muy dolorosas dentro de muchas familias, en las que aparentemente de puertas para fuera todo funciona incluso muy bien, pero dentro de la familia se producen dinámicas de conflicto, sufrimiento, dolor... que quedan muy silenciadas y guardadas, y eso las hace aún más difíciles de modificar.

Si bien es cierto que en todas las familias hay dificultades, conflictos y problemas, en muchas se producen dificultades relacionadas con los roles que cada uno desempeña, los límites, las posiciones (padre, madre, hijos)... Todo esto unido con la manera de ser,  las carencias y con el pasado de cada uno de los miembros de la familia, puede ir creando a veces situaciones y climas emocionales difíciles, mantenidos, a menudo, durante mucho tiempo. Estas situaciones pueden eclosionar  mucho tiempo después como un sufrimiento psicológico importante para alguno de los miembros de la familia, por ejemplo, cuando los miembros menores de la familia están formando su propia familia y este proceso les hace contactar de nuevo con estas antiguas vivencias problemáticas familiares que habían quedado ocultas, pero no se habían resuelto.

No me refiero únicamente a aquellas situaciones impactantes y abiertamente traumáticas de abuso, mal trato y violencia grave, sino también aquellas que quizá no tienen un potencial en primera instancia tan doloroso, pero su mantenimiento en el tiempo es lo que ha hecho que hayan quedado como difíciles de modificar, y que tienen que ver con el tipo de relaciones que se mantenían y con el papel y el lugar que ocupaba cada uno; cuando a menudo, a los miembros más vulnerables de la familia se les asignan papeles, roles y posiciones que les complican mucho.

A menudo, cuando algo no funciona en una familia, se tapa, y se pone sobre ello un espeso manto de silencio, puede que alguna de las partes no pueda aguantar más la angustia que le está provocando una determinada situación que no se puede "hablar", porque es un tema delicado, una especie de "tabú" familiar y se decide a pedir ayuda o a manifestar que algo está sucediendo, que algo no anda. A pesar de ese reconocimiento y esa expresión de sufrimiento, el hecho de que se abra la situación puede dar pie a una modificación y a una resolución de cuestiones difíciles. Habitualmente, las dificultades quedan efectivamente enterradas bajo ese muro de silencio, que no se puede traspasar y volverán a emerger en otro momento de la vida.

A veces hay situaciones conflictivas en la familia que eclosionan y entonces se pueden trabajar, para tratar de hacer algo con eso, pero como comentaba anteriormente, muchas veces lo que no va bien, que puede estar sufriendo en mayor medida una de las partes, queda tapado, soterrado y se mantiene hasta que por el curso de la vida, la evolución y los años hacen cambiar el panorama , no obstante, eso no resuelve la situación, sino que lo ha ocurrido suele manifestar su efecto como sufrimiento mucho tiempo después.

El resurgir, mucho tiempo después de estas dificultades, que generalmente se originaron en la infancia, hace necesario un trabajo de acercar de nuevo esas vivencias de mucho tiempo atrás y una relectura de todo lo que sucedió para poder tener una vida distinta, resolviendo y solucionando temas antiguos para que no se repitan en la actualidad y en el futuro.

Muchas gracias.

Joan Escandell.


miércoles, 17 de junio de 2015

Los que fracasan cuando triunfan.

La entrada de hoy quiero utilizarla para hablar acerca de algo, que a menudo, en lo más profundo de nosotros, determina nuestro trayecto por la vida, nuestros éxitos y fracasos, sin que seamos conscientes de ello en absoluto.

En muchas personas, existen muy importantes sentimientos de culpa inconscientes, referidos a las figuras, vivencias, situaciones de su primera infancia, que han sido reprimidos, apartados de la mente consciente, pero no por ello dejan de tener efectos muy importantes, determinantes y complejos (a menudo también curiosos)  sobre la vida y el destino de la persona en cuestión.

Sucede con muchas de las cosas más difíciles, aquellas que nos afectan de manera más profunda: están ahí desde hace mucho tiempo, pero permanecen "invisibles", porque son aspectos que en su momento han provocado mucho sufrimiento, por lo que han tenido que quedar escondidos y lo más alejados posible de nuestra consciencia. El efecto de esta represión, que nos hace no recordar acontecimientos vitales de nuestra vida, si bien aleja de nuestra mente el sufrimiento que estas vivencias provocan,  al estar escondidas, pero no resueltas, continúan ejerciendo sus efectos, muchas veces muy intensos y de manera muy indirecta en diferentes ámbitos de la vida de la persona, la cual queda sometida y alienada a los dictados de poderosos complejos inconscientes que le hacen cometer errores y le provocan finalmente mayor sufrimiento;  por lo tanto quedando la persona con una menor libertad personal de decisión y elección.

Muy a menudo la expresión de estos sentimientos de culpa inconscientes tiene que ver con el temor y la necesidad interior de ser castigados por algo que aunque no recordemos, sentimos que hemos hecho mal, y que a menudo se refleja en el fracaso personal en diferentes ámbitos de la vida, en miedos incomprensibles, en inhibiciones, en angustias...

Esto se observa de manera muy gráfica en aquellas personas "que fracasan cuando triunfan", es decir, aquellos que sufren y se ponen mal, precisamente cuando consiguen cosas buenas y cambios positivos. Este avance positivo genera un desequilibrio entre cuestiones que estaban más o menos compensadas de alguna manera, pero no resueltas, cuyo estatus cambia cuando se produce un cambio, a priori positivo, que hace que esa culpabilidad y necesidad de castigo por algo no resuelto, tome el mando y determine el malestar, el sufrimiento y el fracaso de la persona.

Es por esto que es tan importante una mirada profunda que ayude a resolver este tipo de situaciones complejas y escondidas que a menudo condicionan o directamente determinan las vicisitudes del trayecto por la vida de una persona.

No es en absoluto positivo ni beneficioso esconder lo más profundamente que se pueda el material radiactivo de nuestras vivencias y emociones, pero es cierto que a veces en la niñez uno no sabe como afrontar algunas cuestiones cruciales que vive, que si no se resuelven pueden ser una condena para la persona quien las lleva dentro sin resolver.

Siempre existe la posibilidad de iniciar un trabajo terapéutico de liberación de todas estas cuestiones.

Espero que os haya gustado.

Saludos.

jueves, 11 de junio de 2015

Piedras en el propio camino: Están ahí por algo.

Esta breve entrada de hoy me gustaría escribir, de nuevo, sobre aquellos momentos de profundo dolor, de ruptura, de dificultad, que parece que nos dejan sin opciones, sin palabras, e incluso pensamos, a menudo, que sin salida.

Estos momentos llegan sin esperarlos, a veces porque algo que sucede desencadena aspectos nuestros que no estaban del todo bien elaborados (pérdidas, duelos antiguos, culpas insospechadas...), o también pueden surgir de dentro directamente sin que haya nada externo que los desencadene.

Estas situaciones que podemos catalogar como de crisis nos traen síntomas de angustia, de miedo, pensamientos que no nos gustan...
La angustia se pone en primer término y parece que las cosas positivas y buenas que uno tiene quedan "borradas", opacadas, como si no existieran, cuando más bien es la existencia de una angustia tan intensa lo que las hace desaparecer aparentemente.

Es cierto que estos momentos de intensa angustia, no tienen porque ser fases o momentos largos de nuestra vida, pero es necesario pensar, sobretodo si se repiten, o si aparecen en relación con temas concretos y siempre con esos mimos temas, que puede haber en nuestro interior, quizá muy profundo y escondido, que nos está causando todas estas dificultades de manera intermitente o continua, de una manera recurrente y repetitiva.
Lo cierto es que de estos momentos se puede salir y se sale. Por otra parte lo interesante puede ser poderse preguntar acerca de que es lo que los ha causado, dado que suele haber causas que llevan con nosotros mucho tiempo, aunque puedan haberse manifestado ahora. Estos momentos o fases de intensa angustia son un indicador, que nos avisa que hay algo dentro de nosotros que necesita y merece una profunda revisión, de cara  a poder articular un modo de vida que nos permita lograr mayores satisfacciones y saber hacer mejor y de otra manera con aquellas cosas que nos hacen sufrir.

En este sentido, un trabajo terapéutico continuo y profundo nos permitirá ir desplegando los huecos, fallas, limitaciones e imperfecciones de nuestra trama personal, así como la manera de ir logrando por nosotros mismos hacer algo distinto con esto que nos hace sufrir, que nos causa malestar.

Siempre que aparecen piedras en el propio camino, están situadas allí por alguna cosa, y es de allí desde donde hay que partir para que la persona se pueda transformar.

Muchas gracias.

Espero que os haya gustado.


jueves, 4 de junio de 2015

Locos por nuestra imagen.

En este artículo trato de reflexionar sobre como cada vez más, parece desarrollarse una absoluta importancia de la dimensión de la imagen, en todos sus sentidos, en nuestra experiencia y en nuestra vida, y como esto, a mi entender, muchas veces nos deja en la superficie de las cosas (de las experiencias, de las maneras de pensar, de las relaciones...)  quedando vacíos  e insatisfechos cuando nos damos cuenta que tras esas imágenes tan seductoras no está la satisfacción que habíamos esperado.

Fenómenos como la compulsión a que el propio cuerpo tenga unas determinadas medidas o tamaño, la corrección de lo que son supuestos defectos (a veces con tremendos procedimientos quirúrgicos), nos hablan de un anhelo de las personas de dirigirse hacia lo que se considera lo deseable o incluso lo ideal, muy basado en imágenes. Tras unos primeros momentos de deslumbramiento nos sentimos igual de vacíos que estábamos antes.

La importancia de nuestro aspecto, de lo que consideramos nuestro atractivo visual, a veces nos impide pensar que hay otros muchos modos de gustarse a uno mismo y a los demás, considerando incluso que a menudo atraemos por cosas que jamás habíamos imaginado, pero que para alguien, en algún momento pueden resultar capitales: tal vez alguien quede muy positivamente impactado por nuestra manera de hablar, cuando nunca habíamos reparado en ello, pero a esa persona en concreto le puede encantar por recordarle algo o a alguien de su propia historia.

También es importante valorar que la cuestión de como nos vemos y valoramos, más que una dimensión muy sólida y fija, tiene mucho que ver con como estamos en ese momento por dentro y como nos sentimos; así que casi mejor asentar esos aspectos interiores para, como consecuencia, vernos bien, que empezar la casa por el tejado y tratar de modificar nuestra imagen constantemente.

Generalmente esta propensión hacia las imágenes ideales niega las verdades difíciles de la vida: el envejecimiento, el progresivo deterioro y la certidumbre de la muerte son realidades que están ahí, inevitables, pero que se prefiere no tener en cuenta, centrando las mirada en imágenes ideales que nos devuelven el reflejo de algo que nos tranquiliza y nos evita pensar demasiado.

En mi opinión esto se conecta con la tendencia a estar cada vez más conectados y absorbidos con pasatiempos muy visuales, diferentes pantallas que captan de manera muy seductora nuestra atención, pero que nos embelesan y van nublando otras capacidades, hábitos, posibilidades, donde las personas podrían tener un papel más activo que el de meros espectadores de fuegos de artificio visuales. Actividades como leer, escribir, pensar... tienen un efecto distinto en la mente de las personas que el alienante sucederse de imágenes y sonidos tras una pantalla.

Socialmente también tenemos modelos, que se parecen mucho a imágenes ideales: hoy día la imagen que encaja es la de una persona joven, triunfadora (económicamente), que no se priva de nada y que deposita la ilusión en el consumo y sus objetos, sin poder encontrar otras referencias o brújulas sociales que le permitan anclarse de una manera más sólida en el mundo que nos rodea.

El problema de situar la pretendida satisfacción total en el consumo en los objetos del mercado (cada vez tecnológicamente más deslumbrantes) es que negamos la realidad de que una satisfacción total y permanente es imposible, por lo siempre necesitaremos más y más objetos nuevos en una espiral consumista sin fin.

Respecto de las relaciones, existe también la tendencia a que estas se basen mucho en lo visual, en la imagen, en lo aparente, más que en lo nuclear de las personas. Para poder establecer una relación que nutra a las personas que participan en ella es necesario un tiempo importante de conocimiento mutuo, tanteo, experimentación, tras el igual se podrán establecer compromisos en los que uno pone en juego cosas más esenciales de uno mismo, las propias vulnerabilidades...
Actualmente, no es extraño que no se de ese tiempo para la consolidación y que las relaciones caduquen antes de haber empezado, una vez que el deslumbramiento emocional de los primeros tiempos, que en este caso podríamos comparar a una imagen, deje paso lógicamente a otras etapas donde no hay esa exaltación.

Saludos.

jueves, 21 de mayo de 2015

L'educació de cada dia.

Aquesta és una entrada pensada per reivindicar el paper dels pares com agents educatius fonamentals de nens i adolescents. Planteja també la importància d'un treball conjunt família-escola per la difícil tasca d'ajudar a tirar endavant i créixer a un ésser humà de la millor manera possible.

Molt habitualment llegeixo interessants articles, descobreixo bones propostes o assisteixo a ponències on es parla de l'educació que volem.

Des de tots aquests enfocaments, les propostes són òptimes i ens parlen de: situar l'alumne en el centre del procés d'ensenyament-aprenentatge, de donar una educació integral per a la vida i d'afavorir el desenvolupament de les competències personals dels nens i els adolescents.
Aquestes propostes són punts d'arribada molt importants, que ens marquen el camí d'allò que ens agradaria aconseguir respecte de l'educació dels infants.

Crec que el desenvolupament d'aquestes riques propostes (tal com per exemple estan implantant algunes escoles jesuïtes a Barcelona: http://www.20minutos.es/noticia/2397606/0/colegios-jesuitas/eliminan/asignaturas-examenes-horarios/) pot suposar un guany important en l'educació de nens i adolescents.

Hem de tenir en compte que els infants i adolescents protagonistes d'aquestes pràctiques educatives tenen també famílies que desenvolupen entre d'altres, una funció educativa essencial, per tant sembla molt important poder pensar com totes aquestes innovacions educatives es poden connectar també amb l'àmbit educatiu fonamental de la família.
La pregunta seria llavors: De quina manera pot la família participar d'allò que es fa a l'escola al llarg del desenvolupament d'un nen/adolescent, pensant que la pròpia família té sempre també una funció educativa fonamental?

En un primer moment és molt important pensar quins punts de trobada, per tenir contacte i parlar poden existir entre mestres, pares i altres agents: en quins moments, en quins espais, amb quins assistents es parlar d'educació i criança, anant més enllà si cal dels moments típics de recollida de l'escola, reunions amb el tutor...

Respecte de la labor de la família, no tenim mai un manual d'instruccions: hem d'anar buscant sobre la marxa, sovint improvisant i innovant en la manera com mirem de donar una certa coherència i continuïtat tant al nostre paper com a pares. Si afegit a això, aconseguim d'alguna manera connectar-ho amb el que es fa a l'escola, penso que el resultat ha de ser molt bo

¿Quan col·laborem al procés educatiu dels nostres fills/es a casa?: cada dia, cada estona, cada moment... sempre que estem fent servir les nostres funcions paternes i maternes (repeteixo que ho fem una mica per intuïció) mirant d'afavorir el creixement i la maduració dels nostres fills.

Tal vegada no està estructurada d'una manera tan formal, però l'educació que es dóna a casa és tan important com la que es dóna a l'escola, és més, crec que no podrien viure l'una sense l'altre, i que el seu diàleg, fins i tot en les coses que ens equivoquem, ha de ser molt ric i afavoridor, ja que no hi ha manual d'instruccions per a nens i adolescents i cal anar ajudar-los al seu procés de creixement i aprenentatge sobre la marxa, amb contínues revisions, correccions...

En síntesi, el procés educatiu és un miracle en equilibri, tal com ho és el procés de criança. Aquests processos tenen els seus punts de dificultats, encallament, fractura, però afortunadament són plens de segones i terceres oportunitats. L'enorme complexitat de les persones fa que la subjectivitat humana sigui poc normativitzable i "quadriculable", però per sort sí sensible a les influències que ajudin a expressar en llibertat allò que cadascun porta dins. Per mi aquest és un dels principis que haurien de ser rectors tant de l'educació com de qualsevol procés de desenvolupament de la persona: créixer en la pròpia individualitat de manera lliure, pensant per un mateix, amb l'ajuda de figures fonamentals, com són les de la família i també amb l'ajuda dels mestres i professors.

Joan Escandell Salvador. Psicòleg infantil.


viernes, 15 de mayo de 2015

Felices por equivocación.

Esta entrada pretende ser una reflexión sobre lo importante de poder aceptar que no podemos controlar la realidad; las cosas que nos van ocurriendo, y como a menudo incluso las cosas que consideramos más valiosas y permanentes en nuestra vida han llegado efectivamente fruto de un azar que no se puede prever.

Es cierto que existe un fuerte mecanismo psicológico que nos impulsa a pensar que podemos controlar la realidad en muy buena medida, y que eso nos puede dar seguridad para ir lidiando con los cambios y las rupturas que todos los seres humanos debemos afrontar en diferentes momentos de la vida (amorosas, familiares, sociales, laborales...).

Algunas tendencias sociales actuales, relacionadas con el consumismo, nos impulsan a dejar de lado determinadas realidades dolorosas que aunque se pretendan obviar siempre terminan apareciendo (por ejemplo, por mucho ejercicio compulsivo, cirugía estética... no hay manera de negar la realidad del envejecimiento y deterioro progresivo del cuerpo). Mejor aprender a convivir con ellas naturalmente.

También es cierto que no hay nadie que pueda percibir la realidad externa tal cual es, dado que siempre viene teñida de la subjetividad y la historia biográfica de quien la está percibiendo.

Los cambios y las rupturas, cuanto más bruscos, son de lo más doloroso para el ser humano, dado que nos dejan sin herramientas, sin palabras para poder tramitar en un primer momento una situación que altera nuestra sensación de seguridad. Es poco a poco, con nuestra capacidad de elaboración mental, y con las palabras que vamos pudiendo poner a lo que ha cambiado, que podemos volver a situarnos. 

Lo curioso es que no es extraño que un cambio que ha sido recibido y sufrido como doloroso, a posteriori, por diferentes razones, se pueda revelar como una de las cosas más enriquecedoras e importantes que nos han ocurrido.

En este sentido, considero que el querer aferrarse a una pretendida seguridad e inmutabilidad de las cosas que uno tiene, conduce a la rigidez, a la negación de los cambios y es sumamente empobrecedor, ya que puede encerrar a la persona en una petrificación de la vida, que por querer eludir el dolor que inicialmente implican los cambios y las incertidumbres, termina finalmente eludiendo la vida misma con su cambiante fluir.

El hecho de que las cosas se mantengan siempre igual, no quiere decir necesariamente que eso sea positivo y adecuado para la evolución de los implicados: A menudo los cambios son necesarios, aunque usualmente dolorosos en el momento inicial, pueden traen posteriormente elementos muy enriquecedores que abren a la persona a nuevas perspectivas que no había previsto.

El curso de nuestra biografía está formado por cosas que han ido sucediendo, algunas según nosotros esperábamos, otras no. La vida de todas y cada una de las personas está también constituida por algunos cambios y momentos de ruptura, que han dado paso muy a menudo a posibilidades valiosas que no imaginábamos inicialmente.

Cuanto mejor se pueda vivir con la posibilidad de que sucedan cosas imprevistas, que pueden desconcertarnos, admitiendo que no existe una seguridad absoluta, mejor podremos navegar y orientarnos en las nuevas dimensiones por explorar que la realidad nos va poniendo por delante cada cierto tiempo y menos será el dolor que nos provocan los cambios,

A menudo, las cosas que no has traído la vida nos reconcilian con que las más importantes han venido por azar, casi como si fuésemos felices por equivocación, o al menos no en la manera que habíamos pensado inicialmente, forzándonos a admitir que el sentimiento de poder controlar la propia vida es "real" hasta cierto punto.

viernes, 8 de mayo de 2015

La novela familiar

En esta entrada de hoy me gustaría referirme a "esa" historia de nuestra familia que llevamos en nuestro interior. De las muchas cuestiones relevantes e importantes sobre este tema, quizá cabe destacar que este relato de nuestra historia, a modo de "novela de la historia familiar", que cada uno de nosotros llevamos dentro, no está solo formado, ni mucho menos, por el recuerdo de las cosas que realmente pasaron.

En la novela familiar de cada uno de nosotros, existen además de múltiples cuestiones reales, otras que tienen que ver con la fantasía, con los miedos, con los deseos... y muy a menudo una mezcla de todo junto que se ha constituido en épocas muy precoces de nuestra vida, y que por lo tanto va a ser la base sobre la que se van a asentar otras muchas cosas del edificio del sujeto, dado que a menudo son como cimientos sobre los que ponemos muchas cosas. Si estos cimientos presentan problemas para nosotros mismos, en tanto en cuanto no nos permiten ser y expresar como realmente somos, pueden ser fuente de sufrimientos intensos y duraderos.

Es siempre uno de los temas fundamentales a tratar,  en las personas que sufren psicológicamente y piden ayuda, poder revisar como está construida esta novela, que aspectos parece que fueron tal como son recordados, que otros son construcciones, mitos... que otras cuestiones que no fueron tan de esta manera encubre la novela familiar, de cara a poder acercarse cada vez más a como fueron vividas realmente las cosas, y liberando y expresando aquellas cosas que se llevan dentro y quizás no se han podido vivir ni expresar adecuadamente, por estar negadas, escondidas, reprimidas.

Es necesario un trabajo de investigación, desciframiento, que sirve para poder hacer de esta novela familiar algo más acorde con como la persona ha vivido las cosas, y que la ayude a poder darse cuenta de muchas elementos (a la vez nuevos y que siempre estuvieron allí) de cara a que pueda encontrar otras maneras distintas de hacer con lo que la hace sufrir, que le permitan encontrar otras soluciones. 

En este sentido podríamos considerar entonces que el trabajo terapéutico es un trabajo en el cual ese primer relato de la propia novela familiar, se modifica para poder dar cabida a una nueva novela o una novela reformada, pero más acorde con la verdad interior, que le permita al sujeto vivir de otra manera, es en definitiva un trabajo que tiene mucho que ver con una lectura y una posible escritura alternativa de quien es uno mismo, que posibilite soluciones distintas de las que anclaban en el sufrimiento.

Muchas gracias.

jueves, 30 de abril de 2015

Crecer duele

En esta entrada quisiera referirme a como de desafiante, doloroso y difícil puede resultar en determinadas circunstancias el proceso de crecer emocionalmente para las personas adultas. Por otra parte, proceso absolutamente necesario e irrenunciable, pero a menudo bloqueado por diferentes cuestiones de índole psicológica.

Sin duda el proceso de crecer emocionalmente, entendido como el proceso de ir encontrando el propio camino y realizando lo más interno y personal de cada uno, tendiendo a mayores cotas de libertad, independencia y autonomía es la responsabilidad más grande que como sujetos tenemos en nuestro trayecto por la vida.

No obstante, es cierto que existen cuestiones que obstaculizan y dificultan este proceso.

El proceso de crecer y madurar implica como hitos emocionales más importantes (y a menudo más difíciles)

-Decidir por uno mismo,

-Independizarse emocionalmente de las figuras de nuestra infancia, nuestros familiares principalmente

-Hacer un criterio y una versión propia de las cosas,

-Abandondar pretendidas seguridades imaginarias (que se pueden acabar convirtiendo en cárceles, tal como escribía en una sección anterior del blog),

-Diferenciarse de lo que piensan los demás.

-Apostar por lo propio, no siempre teniendo el respaldo de los otros, pero si nuestra propia autorización interna -la más importante-.

Por otra parte, todo este proceso a través del cual la persona va conectándose y desarrollando su potencial, presenta incomodidades, dificultades, riesgos, incertidumbres, esfuerzos que hay que realizar... y la necearia asunción de que nunca será un proceso perfecto, tendrá limitaciones y le faltarán cosas.

Es en el sentido de los riesgos que se corren al apostar por uno mismo como hombre o mujer, donde se puede comprender como para much@s es difícil emprender este proceso: por seguir dependiendo de manera infantil, por miedo a la respuesta de los demás, por considerarse demasiado débiles o vulnerables para poder avanzar por si mismos -lo cual generalmente es falso- como personas, por querer conservar un pretendido estado de seguridad y tranquilidad absoluto...

En este sentido cabe destacar que no hay crecimiento mental sin cambio ni sin incertidumbre, a lo que podemos añadir que no hay vida sin dolor, y que pretender evitar estos dolores y estas situaciones incómodas o difíciles de la vida, pretendiendo quedar adheridos a determinadas figuras, o a una seguridad absoluta imaginaria, finalmente tiene el tristísimo saldo de quedar atrofiados en nuestras posibilidades y aspiraciones y de desentendernos de nuestra más importante responsabilidad como sujetos: crecer y desarrollarnos según nuestras posibilidades internas, más allá de condicionamientos familiares, culturales y sociales.

Muchas gracias, espero que os haya gustado. 

viernes, 24 de abril de 2015

¿Cambio y curación?

En este breve artículo me gustaría reseñar las caracteristicas que en mi opinión debe tener el trabajo psicológico que realiza una persona que consulta con un profesional por un malestar y sufrimiento que cree que no puede resolver por ella misma.

Si bien es cierto que hay diferentes tipos de malestares y grados y maneras de sufrir -en realidad, tantos como personas, dado que la subjetividad es intransferible-, sí existen una serie de principios que nos orientan a la hora de afrontar un trabajo terapeútico con intención de resolución de los conflictos y de liberación de la persona

Entre estos principios, me gustaría mencionar aquellos que considero importantes para que se puedan dar cambios reales:

  • No existe cambio interno sin una implicación real de la persona que sufre: no puede haber cambio emocional alguno desde fuera. De darse el proceso de manera adecuada, la persona cada vez va estando más interesada en saber y averiguar, y prestando cada vez mayores recursos mentales a la elaboración de sus dificultades y la búsqueda de claves y nuevas perspectivas: pasa a situarse cada vez más como agente principal del proceso.
  • El factor tiempo es único e intransferible, cada persona tiene su tiempo de ver, de comprender y de concluir. Con ello quiero decir que mi manera de trabajar no tiene que ver con aquellos tratamientos psicológicos que garantizan a priori el éxito en un determinado tiempo; para mi eso no se puede asegurar y mucho menos sin tener en cuenta las particularidades del consultante. Evidentemente es razonable pretender que sea en el menor tiempo posible, y en eso están de acuerdo tanto el profesional como el paciente, pero también es cierto que hay sufrimientos que por su grado de complejidad y por las maneras que puede ir encontrando la persona de solucionarlo, van a necesitar más tiempo que otros.
    Relacionado con esto, ¿Qué sentido tendría pretender que una persona avance más rápido de lo que puede asimilar y consolidar  en vistas a una rapidez de resultados establecida a priori? En mi opinión esto puede llevar a resultados poco consistentes y puede incluso generar otros efectos perjudiciales, en tanto en cuanto no se estén respetando los ritmos y tiempos de la persona.

  • El trabajo psicológico en el sentido más profundo es aquel que tenga el objetivo de descubrir y liberar las cuestiones más nucleares, personales y particulares del sujeto, muchas veces trabadas por multitud de aspectos personales, familiares, sociales, tratando de ayudar a que la persona los pueda desplegar de una manera que le satisfaga con ella misma y en su relación con su entorno y con los demás. Eso lleva a que los síntomas dejen de ser necesarios y posiciona al sujeto en otras coordenadas distintas de las del sufrimiento vácuo.

Por lo tanto se aleja mucho de moldear, normativizar, querer solo eliminar los síntomas... así concebido, el proceso terapeútico es un proceso de transformación en el que se ganan cosas fundamentales y se pierden aspectos inútiles. El sufrimiento siempre nos habla de cosas que deben de poder abrirse, movilizarse, elaborarse, para que los síntomas finalmente desaparezcan: es necesario un trabajo para que así sea.

Aun tratándose de síntomas parecidos, en diferentes personas pueden estar conectados con múltiples aspectos distintos por lo que el tratamiento y la dirección de este deben ser distintos. Poder leer estas particularidades de la persona consultante, inscritas en su historia y en su estructura psicológica es fundamental de cara a poder articular un proceso de tratamiento que pueda generar cambios verdaderos, más allá de un maquillaje psíquico o de apelar a una pretendida normalidad o adecuación de la conducta. La solución para cada persona será distinta y tendrá que ver con la más propio de uno mismo, a menudo bastante soterrado.

En síntesis se trataría de ver la curación como un proceso en el cual la persona se va transformando y puediendo soltar y abrir aspectos que quizá han estado mucho tiempo soterrados y causando malestar y sufrimiento al sujeto desde diferentes lugares.

Espero que lo encontreis de vuestro agrado.

Saludos y hasta la próxima.